domingo, 19 de octubre de 2008

Aquellos sí que eran discursos


Comunistas. Los más recalcitrantes liberales de gloriosa enjundia, que han tenido a bien gobernarnos plácidamente durante las últimas décadas, se están convirtiendo en grandes banqueros (sin dejar de ser políticos) ... Socialización de las pérdidas.

Judíos. Se critica al PP, que parece que no apoya lo suficiente al gobierno.  Sería interesante que dimitiera la oposición ... Habrá que circuncidar a Rajoy.

Masones. Parece que no sirve de nada apostatar, porque, por mucho que uno lo intente, la Iglesia no te desapunta de eso de ser católico. Pero eso no significa que incumplan la Ley Orgánica de Protección de Datos porque no archiva las hojas bautismales por orden alfabético ... Menos mal que no hay quien acabe con el orden natural establecido.


Lo tengo. Organicemos un contubernio que nacionalice a la COPE y fusione a los grupos del Parlamento. Para que luego no tengamos que lamentarnos ante ningún muro.








viernes, 17 de octubre de 2008

Anhelo político


Este gobierno que el pueblo nos ha concedido tiene que hacer algo al respecto. La legislación que ha promovido se ha caracterizado siempre por su progresismo en el ámbito de lo social. Bastaría incluso con que incluyeran la lección en la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Pero además, en este caso particular, se trata de defender los legítimos intereses de la patria, así como de proteger la salud de los individuos con buen gusto.

Por favor, que se prohíba el reggaeton ya.


miércoles, 15 de octubre de 2008

Espanya


Ver bailar sardanas es una buena forma de pasar la mañana del Día de la Raza.


miércoles, 8 de octubre de 2008

La crisis de las terrazas llenas


El pasado verano, todo el mundo hablaba ya de crisis. Sin embargo, resultaba imposible encontrar un hueco donde sentarse en Argumosa. El batacazo con la llegada del otoño ha sido tremendo (no tanto, claro, como la nueva incorporación al gimnasio). La nueva sociedad hiperinformada ha adelantado psicológicamente los efectos de la ralentización. De libro, pero con mayor vigor que nunca.

En apenas un mes mi empresa ha pasado de necesitar desesperadamente nuevo personal a no renovar contratos. Si uno osa a salir por La Latina un miércoles, el ambiente puede llegar a deprimir. Ya no hay que reservar restaurantes ni siquiera el fin de semana, mientras que se puede acudir a la peluquería de moda sin cita previa. Además, estoy emocionado por las debacles bancarias, por el escandaloso afán intervencionista evidenciado por confusos liberales y por el pánico desatado en los mercados financieros. 

Únicamente falta que salga el ejército a la calle para apaciguar a unos hipotéticos ciudadanos alborotadores. Entonces ya lo tendré absolutamente claro para invertir todos mis ahorros en la bolsa.



viernes, 3 de octubre de 2008

En la cama


No sé por qué, pero los cabreos con mi pareja me excitan. Cuando llegué aquella tarde a casa tras salir de la oficina, llevaba muchas horas sin saber de Javier. Nunca nos había durado tanto el enfado y, apesar de que la discusión del día anterior había sido potente, estaba preocupado. Y excitado. Por eso, me dirigí hacia el piso superior, a la habitación en la que él me venía acompañando prácticamente cada noche en los últimos tres meses, desde que nos miramos de forma tan libidinosa durante la presentación del libro de Isabel.

Le encontré bajo la sábana y el nórdico, vuelto hacia la pared, completamente a oscuras, y no quise despertarle. Así que me puse a hacer la comida, empleando una dosis mayor de ingredientes por si finalmente Javier se decía a levantarse. No hice sobremesa y prescindí de la siesta porque a esas alturas debía fomentar nuestra reconciliación, a través de mis medios habituales. Pasé antes por el baño y salí de ahí ya con el condón puesto. En silencio, me aproximé hacia el borde la cama y retiré la ropa. Pero cuando le quise abrir el culo para ponerle la correspondiente dosis de lubricante, noté algo raro. Estaba muy frío. Como aún no había reaccionado, le di la vuelta para verle la cara. Me quedé paralizado con la imagen de una cara tan preciosa, transformada de aquella manera. A mi grito de impresión le siguió un salto hacia atrás que me hizo tropezar con la mesilla y caer de cabeza contra la moqueta.

Debí perder el conocimiento durante unas dos horas, justo hasta que comenzaba el turno de Manuela. Reaccioné entre un charco de agua procedente del cubo que la asistenta había vertido sobre mí para espabilarme. El hedor era terrible, puesto que no tiene costumbre de tirar el agua sucia y el que empleó correspondía a la dura sesión de limpieza de la semana anterior. En cuanto terminó conmigo, Manuela hizo lo propio con Javier, consiguiendo nulos resultados. Está muerto, le sollocé, percátándome de nuevo de la situación. Iba a llamar al 112 pero me encontraba mareado. ¿Pero qué ha pasado? Deja, deja, ahora me cuentas, yo lo haré. Pero antes voy a recoger un poco este estropicio, que está todo indecente. Al fin y al cabo, para eso la pagaba. Y vístete y quítate esa cosa que llevas puesta en la polla, añadió impenitente.

El levantamiento del cadáver fue muy pulcro. Manuela supervisó todo el proceso, de modo que los funcionarios del juzgado no rallaran ningún mueble. La autopsia reveló que Javier había fallecido de un infarto, provocado por una situación de pánico intenso. De ahí la repelente contracción de sus facciones. Yo no conocía que padecía de arritmias. En caso contrario, habría sido mucho más claro con Giusseppe, rogándole que nunca bajara del desván mientras Javier permaneciera en casa.