sábado, 30 de mayo de 2009

Los signos inequívocos


Siempre me gustó más la economía de la calle que la de las pizarras. Es verdad que sobre el papel se soporta casi cualquier cosa. La manipulación de variables te concede cierta sensación de poder, al poner en marcha el sistema y observar qué le ocurre al modelo ante un cambio en sus condiciones iniciales.

Pero se disfruta mucho más sintiendo la economía. Y, en este sentido, la tan ansiada recuperación de esta crisis tan horrorosa que estamos padeciendo ya empieza a notarse en la calle. Se trata de pequeños síntomas que, sin duda, son los más fiables. Por ejemplo, otra vez huele a sudor en la entrada de Cercanías de Aluche y, en los últimos días, casi están ocupados por completo los asientos del tren. Quizá se trate únicamente de los efectos del FEIL, pero el carro se ha puesto en marcha.

Para celebrarlo, un paisaje mironiano.

martes, 26 de mayo de 2009

Palentinismo


Cada vez que vuelvo a Palencia, me llama más la atención el tremendo acento que tenemos en esta tierra. Los cambios constantes en la entonación, conjugados con lo directo del lenguaje, distinguen a la legua a los oriundos de este secarral castellano. Se aprecia fundamentalmente en las mujeres. Y si hay una mujer palentina conocida por antonomasia, ésa es Marta Domínguez Azpeleta.

Vamos a perdonarla su apoyo al PP y que incluso en las anteriores elecciones municipales se presentara en sus listas, para llegar a ser concejal de deportes (como fenómeno curioso, los socialistas de la capital constituyen un lunar rojo entre la marea azul que lo circunda). Tengo grabadas en la memoria las imágenes de la carrera de los 5.000 metros obstáculos de los últimos Juegos Olímpicos de Pekín. Su tropiezo y caída en la pista, incluida una pérdida moméntanea de consciencia, nos dejaron a muchos sin respiración. Sin embargo, al final de la competición, se acercó al stand de TVE para una rápida entrevista. La sonrisa que nos regaló y el derroche de optimismo que mostró tras el nefasto momento que acababa de atravesar, me sirven como modelo en no pocas ocasiones. Aunque me tenga que forzar a ello.



viernes, 22 de mayo de 2009

Taladros


Con la excusa de la repentina incorporación a mi anodina vida de la primera bolsa de aire sahariano de la temporada, me he rapado el pelo. Hacía calor, sudaba mucho en el gimnasio y mis rizos ya no son los anillos dorados que me adornaban cuando era preescolar (para regocijo de mi madre). Como de costumbre, mi peluquero me hizo lo que quiso, aunque esta vez le pareció oportuno otorgarme un cierto toque de modernidad, plasmado en un atisbo de flequillo.

A mis compañeros no les ha gustado el nuevo look. Pero tengo tantas armas con las que contraatacar que, en seguida, les he hecho callar. En el fondo, me gusta el nuevo peinado. Es un cambio. Además, disimula las cada vez más pronunciadas entradas. Quizá sea el primer signo de deterioro físico, que pude también corroborar al observar cómo la sábana oscura que me cubría mientras me cortaba el pelo quedaba plagada de espeluznantes filamentos blanquecinos.

Las evidencias espirituales son todavía mayores. Me han llegado a decir que en los últimos tiempos luzco una apariencia... diferente. Sí, claro, he envejecido, y de la peor forma. De un día para otro. Porque creo reconocer que uno se hace mayor justo en el momento en el que descubre que la vida es una auténtica putada.

Por cierto, estos primeros sofocos han llevado a la eclosión de los huevos de mis queridas huéspedes, las polillas africanas. Gracias a los gusanos que tan amablemente me prestan, mis geranios están echados a perder. Estoy harto de los chupa savias.


domingo, 10 de mayo de 2009

Turistas españoles


Dos senderos serpenteantes pavimentados con teselas blancas muy irregulares vertebran el parque del Casino de la Reina. Se trata del mismo material que alfombra Lisboa entera.

Resulta complicado describir la sensación de sentarse junto a un murete para leer a Saramago, disfrutando del tibio sol del atardecer que penetra sin vacilación bajo la piel todavía embadurnada de invierno. Los gritos de los niños, que llegan entusiastas desde los juegos del fondo, impregnan de color el ambiente. Al lado pasean varias parejas, con ropajes de procedencias exóticas. Apenas entiendo alguna de las palabras que se cruzan. La mayoría son gente oscura, incluso negra, o tienen ojos con rasgos muy afilados. Con el libro me sumerjo en otra época de efímero esplendor, un siglo durante el cual el Tajo atravesaba mucho más alto la zona de Belém. No sé dónde estoy.

Escucho acercarse a carreras a un cachorro de cocker de pelo negro, que se para junto a mis pies y me mira, hasta conseguir que le acaricie la papada. Los dueños reclaman su atención con unas extrañas palabras, que recuerdan al acento del país del que creo provenir. Serán turistas, pensé. Serán españoles. Es igual, tampoco me parece significativo. Entonces el perro se fue y seguí leyendo. Continué viviendo.


miércoles, 6 de mayo de 2009

Energía


Ocho galletas. Es el número apropiado. Ni una menos ni una más, porque daría lugar a impar y es bien conocido que proporciona mala suerte empezar el día de ese modo. Con dos por debajo me quedaría con hambre, mientras que incrementándolas en dos me empacharía. Ocho galletas colocadas de dos en dos. Untadas con margarina y mermelada. Así me las preparaba mi madre cuando iba al cole, ya fuera por la noche, antes de acostarse, o por la mañana, levantándose conmigo.

Vuelvo a desayunar galletas, pero con algunas diferencias respecto a entonces. Las compro integrales o con trocitos de soja. La mermelada es de arándanos, porque una de las muchas oftalmólogas que he visitado en Madrid mencionó en cierta ocasión que es buena para la vista. Por último, ahora uso mantequilla. Mi madre nos daba ese otro sucedáneo vegetal porque en aquella época se decía que era más saludable. No puedo precisar si se trata de los mismos años durante los cuales daba miedo consumir aceite de oliva. Aunque quizá eso ocurrió antes de que yo naciera. Pero es que tengo tendencia a recordar cosas que ocurrieron cuando yo ni siquiera era un proyecto.

La mantequilla es light, por supuesto.