viernes, 2 de abril de 2010

El curso natural de las cosas


Espero que no te parezca mal, me dijo el día que le telefoneé para felicitarle por su 83 cumpleaños.
¿De qué me estás hablando?

Nada, que te he hecho una manta de lana, de ésas que tienen muchos colores. Así, al menos te queda un recuerdo de mí.

No alcanzo a imaginar la sensación que le tiene que envolver a uno cuando llega a cierta edad y tan sólo aspira a no resultar un inconveniente para los que le rodean. Teniendo en cuenta, además, que las personas que te han ido acompañando en tu devenir han ido desapareciendo de manera física. Debe resultar frustrante despertar cada día asumiendo que ya has superado la esperanza de vida que cifran las estadísticas, mientras careces de ilusiones por seguir adelante.

Sin embargo, tendemos a considerar la vejez como algo que afecta únicamente a los demás. Al igual que cualquier otra circunstancia socialmente asociada a algo negativo, cuesta aceptar que puede llegar a tocarnos también a nosotros. Sólo puede.