domingo, 19 de febrero de 2012

De lo efímero y otras verdades


Nos obsesionamos cada vez que durante más de un mes seguido observamos lo mismo.
Tendemos a considerar que la situación que atravesamos en cada momento ya no tiene remedio, que no existe alternativa, sea ésta positiva o negativa. Si el tema admite un análisis de elevado corte, abundarán entonces enconados debates en los periódicos, donde prestigiosos analistas se enfrentarán al público tratando de explicar mejor que sus colegas los componentes eternos y novedosos del mundo que nos toca vivir.

Por ejemplo, no hace tanto tiempo que era obligado hablar por doquier del inagotable ciclo alcista de la vivienda. Compra, compra compra... que es una inversión segura, nos decían sin cesar.
Cuando el boom especulativo brillaba en el horizonte, las arcas públicas rebosaban triunfantes en la fiesta. ¿Qué hacer entonces con los superávit fiscales? Cientos de artículos proponían ideas para aprovechar estos efectos del modelo económico de crecimiento ilimitado.
Ahora hay crisis. Desde el desayuno los titulares que literalmente nos arrojan contra nuestras personas pretenden mantenernos en un estado de conmoción permamente. Estamos convencidos de que se trata de una de las peores depresiones de los últimos 150 años, que el mundo que renazca de esta situación tan horrosa será radicalmente diferente. Va a haber cada vez más paro, más deuda, más impuestos, más recortes...

Ojalá fuéramos un poco más críticos con lo que nos ponen en bandeja. Probablemente nos sorprenderíamos de algunas reflexiones, si es que todavía no hemos perdido la capacidad de sorprendernos.