Pocas veces algo en principio tan ajeno a la realidad inmediata me ha afectado tanto. Con la muerte de José Saramago se ha ido uno de los referentes para entender las pequeñas cosas del día a día. Y los asuntos verdaderamente importantes de la vida. Todo ello asimilándolo siempre con una cierta media sonrisa pícara e irónica que suele acompañar su lectura.
Como intuyendo lo que se avecinaba, terminó así su última novela: La historia ha acabado. No habrá nada más que contar. Me resulta incomprensible acudir a la librería de la esquina y no poder comprar ya su siguiente relato. Habrá que revisar las anteriores publicaciones, quizá todavía con más intensidad. Queda tanto por aprender.
domingo, 22 de agosto de 2010
Lo que queda
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