sábado, 10 de julio de 2010

La unión



La selección española juega mañana su primera final en un campeonato mundial de fútbol. Este deporte es el único capaz de movilizar prácticamente a todo el país, que se encuentra paralizado durante los últimos días ante la expectación que ha generado el acontecimiento. Tengo sensaciones contradictorias al respecto. Por un lado, está claro que la sociedad necesita alguna válvula de escape ante tanta negatividad que nos rodea últimamente. Pero, por otro, considero excesivo que la noticia de apertura de los informativos sea la predicción del pulpo Paul.

Sea como fuere, un partido de alta tensión ocasiona escenas irreproducibles en cualquier otro escenario. La imagen de un inmigrante de bajo estatus abrazándose con una persona normal y corriente (español y heterosexual), sólo la puede originar la celebración de un gol cuya alegría debe ser compartida.

Espero poder superar esta sobredosis de nacionalismo exaltado, con tanta bandera bicolor colgando de cualquier balcón o cubriendo mínimimante los cuerpos de adolescentes enloquecidos. Mañana iré a ver el partido a Cibeles. Dudo si llevar mi bandera republicana o lo considerarán una provocación.


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