viernes, 3 de octubre de 2008

En la cama


No sé por qué, pero los cabreos con mi pareja me excitan. Cuando llegué aquella tarde a casa tras salir de la oficina, llevaba muchas horas sin saber de Javier. Nunca nos había durado tanto el enfado y, apesar de que la discusión del día anterior había sido potente, estaba preocupado. Y excitado. Por eso, me dirigí hacia el piso superior, a la habitación en la que él me venía acompañando prácticamente cada noche en los últimos tres meses, desde que nos miramos de forma tan libidinosa durante la presentación del libro de Isabel.

Le encontré bajo la sábana y el nórdico, vuelto hacia la pared, completamente a oscuras, y no quise despertarle. Así que me puse a hacer la comida, empleando una dosis mayor de ingredientes por si finalmente Javier se decía a levantarse. No hice sobremesa y prescindí de la siesta porque a esas alturas debía fomentar nuestra reconciliación, a través de mis medios habituales. Pasé antes por el baño y salí de ahí ya con el condón puesto. En silencio, me aproximé hacia el borde la cama y retiré la ropa. Pero cuando le quise abrir el culo para ponerle la correspondiente dosis de lubricante, noté algo raro. Estaba muy frío. Como aún no había reaccionado, le di la vuelta para verle la cara. Me quedé paralizado con la imagen de una cara tan preciosa, transformada de aquella manera. A mi grito de impresión le siguió un salto hacia atrás que me hizo tropezar con la mesilla y caer de cabeza contra la moqueta.

Debí perder el conocimiento durante unas dos horas, justo hasta que comenzaba el turno de Manuela. Reaccioné entre un charco de agua procedente del cubo que la asistenta había vertido sobre mí para espabilarme. El hedor era terrible, puesto que no tiene costumbre de tirar el agua sucia y el que empleó correspondía a la dura sesión de limpieza de la semana anterior. En cuanto terminó conmigo, Manuela hizo lo propio con Javier, consiguiendo nulos resultados. Está muerto, le sollocé, percátándome de nuevo de la situación. Iba a llamar al 112 pero me encontraba mareado. ¿Pero qué ha pasado? Deja, deja, ahora me cuentas, yo lo haré. Pero antes voy a recoger un poco este estropicio, que está todo indecente. Al fin y al cabo, para eso la pagaba. Y vístete y quítate esa cosa que llevas puesta en la polla, añadió impenitente.

El levantamiento del cadáver fue muy pulcro. Manuela supervisó todo el proceso, de modo que los funcionarios del juzgado no rallaran ningún mueble. La autopsia reveló que Javier había fallecido de un infarto, provocado por una situación de pánico intenso. De ahí la repelente contracción de sus facciones. Yo no conocía que padecía de arritmias. En caso contrario, habría sido mucho más claro con Giusseppe, rogándole que nunca bajara del desván mientras Javier permaneciera en casa.


No hay comentarios: