sábado, 10 de octubre de 2009

Soy un náufrago


El perro se cansó pronto de discutir sobre si el hecho de ser negro le había ocasionado algún inconveniente en la vida. No es de mucho reflexionar él, así que enseguida se puso a jugar a tírame un palo que yo voy corriendo a recogerlo y después me lo como. Mientras tanto, yo me entretenía asumiendo el desencanto ante la situación político-económica española.

Pero mi ensimismamiento pronto se rompió al verme sorprendido por una escena ciertamente exótica. Una pareja de viejecitos estaba caminando sobre el río. No puedo asegurar que su único interés consistiera en cruzar al otro lado, puesto que la mujer se detenía a menudo, muy concentrada en el trabajo de ganchillo que llevaba entre sus manos. En esto, sugirió ir al Burger King a tomar un café, a lo que su abnegado marido respondió con un leve gesto de morros, al tiempo que giraba aguas arriba. Sólo entre dientes llegó a proponer: pues yo me tomaré un sandy de caramelo.

Es todo muy extraño, un drama, me atrevería a decir. Ese punto de garbanzo ya no se lleva. Ahora están más de moda los ochos.

2 comentarios:

Argax dijo...

Pues sí, extraño. Es triste que uno de los valores más en alza hoy en día sea la homogeneización en los usos y costumbres.

Vulcano Lover dijo...

Qué cosas, David, qué cosas...

sabes? el otro día vimos en Pisa a un italiano que era tu vivo reflejo, jajaja, qué gracia. Como tú, pero italiano.