lunes, 16 de junio de 2008

Sombras difuminadas


Uno de los mayores síntomas de niñez es considerarse maduro. Me ha pasado en todo momento de mi vida. Siempre me veía más responsable de lo que se terciaba alrededor, considerando que era imposible serlo aún más. Luego, con el tiempo, te das cuenta de que estabas equivocado. No sé si se trata de aterrizar sobre un tejado más alto o si, más bien, es simplemente cuestión de evolución de la forma de afrontar los retos. Cada cual interpreta la madurez a su manera. La mía me gustaría que girara en torno a la idea de volver a ser un niño. Un niño protegido.

Tengo 31 años. Y creo que ya no puedo más.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

tú mismo te diagnosticas y reincides. no actúas de acuerdo con la edad que tienes.

Vulcano Lover dijo...

al final, por mucho que uno quiera, de nosotros mismos no nos podemos proteger. Seguramente somos de los que más daño nos hacemos.

La madurez es interpretable, pero siempre pasa por la responsabilidad., ya sabes.

nos debemos algo. Un abrazo

Anónimo dijo...

Ya lo dice la canción que has colgado: "He rechazado lo que pudo ser, claudicar ha sido lo mejor..."

Ánimo guapo!

Hache dijo...

No hay que dejar de ser un niño nunca. Esa parte infantil los permite reirnos de nuestra "madurez".

La mía, la parte niña, la conservo y mimo cada día.

Además .. eres un crío!!!