miércoles, 6 de mayo de 2009

Energía


Ocho galletas. Es el número apropiado. Ni una menos ni una más, porque daría lugar a impar y es bien conocido que proporciona mala suerte empezar el día de ese modo. Con dos por debajo me quedaría con hambre, mientras que incrementándolas en dos me empacharía. Ocho galletas colocadas de dos en dos. Untadas con margarina y mermelada. Así me las preparaba mi madre cuando iba al cole, ya fuera por la noche, antes de acostarse, o por la mañana, levantándose conmigo.

Vuelvo a desayunar galletas, pero con algunas diferencias respecto a entonces. Las compro integrales o con trocitos de soja. La mermelada es de arándanos, porque una de las muchas oftalmólogas que he visitado en Madrid mencionó en cierta ocasión que es buena para la vista. Por último, ahora uso mantequilla. Mi madre nos daba ese otro sucedáneo vegetal porque en aquella época se decía que era más saludable. No puedo precisar si se trata de los mismos años durante los cuales daba miedo consumir aceite de oliva. Aunque quizá eso ocurrió antes de que yo naciera. Pero es que tengo tendencia a recordar cosas que ocurrieron cuando yo ni siquiera era un proyecto.

La mantequilla es light, por supuesto.

2 comentarios:

Vulcano Lover dijo...

Ya no me acordaba, pero acabo de hacerlo... también tomaba galletas con mantequilla en la mañana... O sino una buena sopa de café o colacao con muchas galletas machacadas dentro, haciendo casi una papilla... mmmm

Lo del aceite sí que habías nacido... no nos engañes con la edad, rico.
:-P

Rodrigo dijo...

Hombre eso de las galletas con mantequilla / margarina y mermelada yo creo que no lo había escuchado en mi vida. Una vez untado se moja en la leche?
Yo también era del que hacía una especie de papilla con las galletas, bueno, mi madre me lo preparaba, con un plato fondo (de sopa) lleno de galletas y con leche caliente y después mezcladito, así estaba yo de tocino cuando era jóven! y mírame ahora que guapo estoy! jajaja
Es que si no me tiro yo las flores... aix!