viernes, 1 de abril de 2011

La guerra


Desde hace algún tiempo estamos acostumbrados a asistir a guerras que parecen ficticias, casi de videojuego. El estupor se traslada incluso al lenguaje. Así, se utilizan bonitas rebajas del tono, como hablar de daños colaterales en lugar de muertos no previstos; se nos informa de operaciones de vigilancia y no de ataques aéreos; o hablamos de acciones preventivas cuando en realidad queremos decir asesinatos selectivos. No se hacen declaraciones oficiales de guerra, pero es que ni siquiera se tiene demasiado claro quién es el enemigo, por muy fácil que resulte señalar a quién le toca ser el malo en cada momento. Si no fuera por lo que esconde de verdad, bien podría tratarse de un chiste de Gila.

Leía recientemente, no sin cierta sensación de escándalo, que los jóvenes de hoy no se sienten comprometidos ni integrados en la sociedad que les han diseñado sus antecesores porque ha desaparecido el servicio militar obligatorio y ya no toman parte en los conflictos bélicos que velan por los intereses de su patria. En fin, podrían alojar sus conflictos en cierto lugar del que no me acuerdo. Tampoco hay que asustarse, no pasa nada, pues de vez en cuando nos buscamos algún lugar donde aplicar una "intervención humanitaria" porque un malo está masacrando a su pueblo.

Es el caso de Libia. Horroroso, sin duda, semejante dictador que lleva al frente del país desde hace demasiados años. También tenía esta opinión de él hace unos pocos meses, cuando todavía algunos dirigentes del mundo civilizado eran muy amigos de él y acudían a su jaima a hacerse fotos exóticas, que siempre adornan después en sus tapizados despachos. Aunque en su día se reconvirtió a la bondad absoluta, según una transfiguración que tuvo que ser divina, ahora vamos a por él. Éste precisamente es el momento y seguro que no tiene nada que ver el hecho de que el petróleo cotice de nuevo a más de 100$. Como en sí no queremos involucrarnos sobre el terreno, repartirmos armas entre las masas que conforman su oposición, que tienen una gran tradición democrática demostrada, además de unos planes de futuro harto transparentes.

En cualquier caso, entiendo que habrá sectores libios que estén encantandos con tal ayuda proporcionada por la alianza internacional. Y contentos estaremos todos si aquel personaje se larga a algún sitio oscuro hasta el final de sus días. Y en estos momentos me acuerdo de lo abandonada que quedó la II República en 1936. Todos los países del entorno empezaron a mirar hacia otro lado por no inmiscuirse en lo que consideraban un conflicto interno. Como si el fascismo que se alzó contra un régimen por el que se optó democrácticamente fuera un problema sólo español. Doble rasero, 75 años de diferencia. Estoy seguro de que si hubieran participado entonces, otro gallo cantaría en este Estado que voy a calificar de nuestro, aunque lo considere tan poco mío.



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