viernes, 9 de mayo de 2008

Reducir la disonancia cognitiva


Hay ciudades que acogen. Y otras que no. Se trata de una sensación íntima que se puede apreciar simplemente con el primer contacto. Sin embargo, no deriva en lo contradictorio el hecho de que, de forma simultánea, dicha ciudad te apasione. Hablo, por tanto, de todo menos de lo racional.

La cara de Barcelona muestra el escenario perfecto para un turista, sobre todo extranjero (ajeno a cualquier nación de las que componen el Estado español, quiero decir). Franceses, italianos, ingleses, alemanes y americanos la gozan ante el escaparate que ofrece su explosión contenida de vida. La riada de gentes tan variopintas que cambia cada día quizá reduce su personalidad. El grado de esta observación se incrementa cuando se es consciente de lo complicado que resulta averiguar qué hace un catalán un sábado por la tarde o un domingo por la mañana. ¿Dónde se han metido? Entre tanto rubito y niña nórdica despendolada, cuesta descubrirlos.

Un truco: buscar los contrastes de Barcelona, su cara aparentemente menos amable, pero que, al restar artificialidad, reconcilia con la ciudad. Claro, que también queda la opción de tener a tu propio catalán.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

hay puntos a los que volvemos. lugares en los que estamos bien. y actividades que nosdan una salida facetas de nosotros mismos.

volver. a donde queremos estar.

Anónimo dijo...

Barcelona es una de mis ciudades favoritas junto con Lisboa y Berlín...

Siempre me ha apasionado.

Es bonito leerte así. Tu final, lo dice todo.

Un beso, Jaime.